e martë, 26 qershor 2007

La Misantropía como Principio Artístico. Breve introducción para proyecto de investigación. Laura Carmona.

El acto surrealista más simple consiste en salir a la calle con un revólver en cada mano y, a ciegas, disparar cuanto se pueda contra la multitud. Quien nunca en la vida haya sentido ganas de acabar de este modo con el embrutecimiento existente hoy en día, pertenece a esa multitud y tiene la panza a la altura del disparo.

Andre Breton

Aspirando a la Verdad por encima del sistema, arriesgándome como tantos otros “locos” a escuchar que mis divagaciones son desconsoladoras y/o pesimistas[1], comenzaré mi breve disertación con la pregunta más completa al respecto:
¿Qué es (que sentido tiene) el género humano?, Hill Hicks, humorista norteamericano coetáneo lo describe como “un virus con putos zapatos”.


Destructivos, crueles e infelices… los seres humanos rondan (y superpoblan) el planeta sin objetivos, sin finalidad y sin sentido fundamental, contemplando sus vidas como un inútil y perturbador episodio en el sereno reposo de la nada
[2]. Hasta el hombre que haya vivido de manera mas plazca, al llegar a cierta edad, se percatará de que la vida en su conjunto es a disappointment, nay, a cheat [una desilusión o, mejor, una trampa], o- dicho en palabras de nuestra lengua- de que lleva inscrito el carácter de una gran mistificación, por no decir un fraude.[3]Pudiéndome objetar algún que otro “vividor satisfecho”, me reafirmo en mis fuentes y ratifico que todo ser humano ha de ser por naturaleza desdichado. Y aún así, puede que ésta afirmación cause sorpresa e indignación, pues hay algunas imperfecciones contrarias a este pensamiento y éstas son las miserables condiciones morales e intelectuales de la inmensa mayoría de hombres y mujeres, pues es inherente a la conciencia y al saber, que el ser humano es una disonancia que jamás nadie sabría corregir.
Venimos al mundo ya cargados con el peso de la culpa y el continuo afán por aliviarnos de esta carga es lo que hace de nuestra existencia algo tan desgraciado.
[4]

Desde el punto de vista del pensamiento misántropo, haciendo una distinción importante frente al pesimismo filosófico de Immanuel Kant “de la naturaleza tortuosa de la humanidad, ninguna cosa recta se puede obtener”, pues pese a la cita, el gran autor no cree en la inutilidad del ser humano; o como Samuel Beckett, el cual en una ocasión comentó que “el infierno debe de ser como (…) recordar los buenos tiempos pasados, cuando deseábamos estar muertos” — haciendo un alegato que puede, quizás, ser percibido como desolador y desesperado, pero no como anti-humano o expresivo de ningún odio por la humanidad, índico que más que pesimista mi visión es realista, y personalmente me inclino hacia la cita de Arthur Schopenhauer: “la existencia humana debe ser una especie de error”, pues es el equivalente al cáncer del planeta en período de metástasis.
Recuerdo, al despistado lector, que la misantropía no equivale necesariamente a una actitud inhumana hacia la humanidad, sino al sentimiento de desprecio por todo lo que ésta realiza. Pues no se recuerda en la corta historia acto sensato en la actuación humana, salvo breves intentos de reparar al mal congénito a ella. Por ejemplo, la Revolución Francesa constituye para Hegel la introducción de la verdadera
libertad a las sociedades occidentales por vez primera en la historia escrita. Sin embargo, precisamente por su novedad absoluta, es también absolutamente radical: el aumento abrupto de violencia que hizo falta para realizar la revolución no puede dejar de ser lo que es, y por otra parte, ya ha consumido a su oponente. La revolución, por consiguiente, ya no tiene hacia dónde volverse más que a su propio resultado: la libertad conquistada con tantas penurias es consumida por un brutal Reinado del Terror.[5] Cómo dice Guy Debord en su Panegírico “En toda mi vida, no he visto más que tiempos de desorden, desgarros extremos en la sociedad e inmensas destrucciones; yo he participado en esos desórdenes” [6]. Ahí queda su testimonio misógino, y de nuevo aparece, ineludible, la culpa. (Recuerdo al olvidadizo lector que Debord se suicidó el 30 de noviembre de 1994).
El ser humano es tan chocante en su condición, que realiza y piensa actos infames durante toda su vida y en el mismo instante se siente culpable. Es más un sentimiento de culpabilidad por lo que se es que por lo que se hace, el que sigue a la naturaleza humana. La culpa, y la necesidad de obtener sentido a la vida, son las dos bases del alma humana. La primera, un lastre que nunca puede ser eliminado, la segunda, una meta inalcanzable, ¿que es la vida, sino un fraude, pues?... Pero no me detendré en la clemencia que inspira el ser humano, con su culpa y su tristeza en la brevedad de su existencia individual, desde la visión nihilista de Nietzsche o Heidegger, deberíamos ver la vida como el estado en el que no queda nada del ser en sí, y apoyarnos en el reduccionismo, para ser conscientes del Ser como un mero valor, o desde la perspectiva existencialista, con su carácter
realista, ligado a los dilemas, estragos, contradicciones y estupidez humanos, discutir y proponer soluciones a los problemas más propiamente inherentes a la condición humana, como el absurdo de vivir, la insignificancia del ser, el dilema de la guerra, la libertad, ya sea física o metafísica, la relación planeta-hombre, el ateismo y la naturaleza del hombre. El existencialismo, de acuerdo a Jean-Paul Sartre, indica que no hay naturaleza humana. El filósofo francés indica que la existencia precede a la esencia, lo que en efecto es un ataque a la creencia religiosa, cuyo pensamiento inició con Aristóteles y culminó en Sartre, quien indica que los seres humanos primero existimos y luego cogemos sustancia; es decir, solo existimos y mientras vivimos, vamos aprendiendo de los demás humanos que han inventado cosas abstractas desde Dios hasta la existencia de una naturaleza humana previa.[7]
¿Y dónde queda el arte en todo esto?, el arte es sin duda lo único que le queda al ser humano para demostrar la inutilidad del sentido de la vida, para auto-criticarse, para autoevaluarse cómo pieza única y defectuosa en este universo dónde todo encaja menos él.

La filosofía piensa y escribe sobre esto sin pretextos, el arte lo demuestra sin tapujos.
Durante la segunda década del siglo XX, un grupo de artistas se propuso acabar con los códigos y sistemas establecidos en las distintas disciplinas artísticas en rechazo a una sociedad en decadencia incapaz de garantizar la paz y el respeto a la vida humana. Así nació el movimiento conocido como Dadaísmo, con subversivos creadores que impulsaban una revolución contra el arte convencional, con el mismo espíritu nihilista y destructor que tenían los grandes poetas cómo Tristan Tzara, escritores como Albert Camus y Louis Céline Ferdinand o filosófos cómo Émile Michel Cifran, Viktor Frankl («en una situación tan desdichada, ¿por qué no se suicida usted?») y Émile Durkheim.
Más tarde, comenzando la década de los 20, la vigencia del Dadá inició su descenso. Numerosos dadaístas terminaron comprometiéndose con una nueva corriente que irrumpió en el escenario de las artes: el Surrealismo.
El nuevo movimiento fué formalizado en 1924 por el escritor francés André Breton que publicó ese año el Manifiesto Surrealista, el cuál, históricamente, surgió como una respuesta dialéctica a la destrucción estéril preconizada por los dadaístas. Artistas y pensadores que habían participado agitadoramente en el movimiento Dadá se desmarcaron de su líder,
Tzara, decepcionados por unos actos de provocación que con el tiempo fueron volviéndose previsibles y mecánicos. El rechazo sin matices de Tzara a todo el arte anterior a las vanguardias dió paso a una recuperación crítica de lo que hubo de mágico y rebelde en él, reivindicando a autores como Sade, Lautréamont y Rimbaud.
Breton definiría el nuevo movimiento como "la cola prensil del romanticismo".
Más tarde, en los años 40 y 50 en París se desarrolló una tendencia literaria dramática, de la mano de autores como Samuel Beckett, Ionesco, Fernando Arrabal y Jean Tardieu, llamada filosofía del absurdo.

Ésta establece que los esfuerzos realizados por el ser humano para encontrar el significado dentro del universo fracasarán finalmente debido a que no existe tal significado (al menos en relación al hombre), caracterizándose así por su escepticismo en torno a los principios de la existencia.
Esta filosofía está relacionada al
existencialismo, aunque no debería ser confundido con éste, y es en parte un hipónimo de nihilista. La filosofía del absurdo nace a partir del movimiento existencialista cuando el filósofo y escritor francés Albert Camus rompe aquella línea filosófica y publica su manuscrito El mito de Sísifo. Las consecuencias de la Segunda Guerra Mundial suministraron un ambiente social propicio para las visiones absurdistas, especialmente en el devastado país de Francia, como Émile Michel Cioran.

De esta corriente literaria saldrá el denominado Teatro del absurdo el cual se caracteriza por tramas que parecen carecer de significado, diálogos repetitivos y falta de secuencia dramática que a menudo crean una atmósfera onírica.
El término lo acuñó el crítico
Martin Esslin, quien lo convirtió en título de un libro de 1962 sobre la materia. Esslin consideró que estos dramaturgos daban expresión artística al concepto filosófico de Camus de que la vida es inherentemente absurda. "Es una modalidad dramática que se rige por los principios existencialistas expresados en términos absurdos".[8]
Las obras más representativas son Esperando a godot de Samuel Beckett 1952 y La cantante calva de Ionesco de 1950. Fuera del teatro: algunas de las películas de Luis Buñuel podrían catalogarse de absurdistas, si bien la clasificación es discutible.Tras esto, a principios de los años 60, nace el Arte Autodestructivo. Un término inventado por el artista Gustav Metzger y puesto en circulación en su artículo Machine, Auto-creative and Auto-destructive Art ("Máquina, Auto-creación y Auto-destrucción del Arte") en el número de verano de 1962 del periódico Ark.[9]

En 1966, Metzger y otros artistas organizaron el Destruction in Art Symposium en Londres. (Un evento similar fue desarrollado por otros en Nueva York en 1968). El Symposium fue acompañado de demostraciones públicas de Arte Autodestructivo, incluyendo el incendio de las Skoob Towers por John Latham. Estas eran torres de libros (skoob es books invertido, libros, en inglés) y la intención de Latham era mostrar directamente su visión sobre la cultura occidental.
Yoko Ono, Cut, Grupo Fluxus, 1965
En el manifiesto Auto-Destructive de 1960, Metzger hace hincapié en el absurdo ser que regenta la tierra, llamándolo hombre auto-destructivo:


-Man In Regent Street is auto- destructive.
Rockets, nuclear weapons, are auto- destructive.
Auto-destructive art.
Auto-Destructive Manifest, 1960
[10]


El movimiento Fluxus tuvo su momento más activo entre la década de los 60 y los 70 y estuvo vinculado a la corriente autodestructiva. Se declaró contra el objeto artístico tradicional como mercancía y se proclamó a sí mismo como el antiarte.

La destrucción y el absurdo eran las bases de estos dos movimientos surgidos a mediados del siglo XX, cuando desaparecieron, tal inquietud puede verse, de manera distante, en Nueva York en los años 70, capturando artísticamente, el activismo “vago” de la era punky y la idea que “a veces lo peor de no conseguir lo que deseas es que eso en sí sea tu motor artístico” demostró ser el concepto principal de los años 70.
Tras esto, y según Gilles Lipovetsky, nuestro mundo actual vive una crisis, quizá la más grande de todos los tiempos. Ningún artista ni movimiento conocido aborda el serio tema tan ilustrado, pensado e intervenido.

Debido a la revolución de la técnica, el hombre ha sido extraído de la producción y es privado del saber. La que sabe es la máquina. Las máquinas ordenan el mundo, plantean necesidades. El hombre en esta sociedad técnica se convierte en el hombre mecánico. El hombre en la gran metrópolis es un número más, cómo bien decía Heidegger apoyándose en el reduccionísmo, pero el resultado no es el esperado, pues somos números contabilizables por otros humanos que no lo son. Somos esclavos, sin libertad, y lo más absurdo de todo es la inconsciencia general de tal cosa. El hombre así pierde su historia y su identidad. El absurdísmo acaricia su fin: el existir actual ha sobrepasado lo nombrable, deberemos inventar otra voz para denominar la actitud presente del hombre.
De manera inadmisible merece respeto la actuación humana contemporánea, de igual forma, inaceptable el arte que apoya esta actitud, que no reniega de lo que somos, el arte vacío actual, lleno de técnica y de individualismo, sin apoyos filosóficos, el arte contemporáneo ocioso y despreocupado, indolente, sólo se sostiene sobre los pilares básicos de nuestra sociedad: la apatía, la indiferencia y la deserción. No hay grandes propósitos, el alienamiento es total. Incluso en los artistas.
Ninguna ideología política es capaz de entusiasmar a las masas, la sociedad posmoderna no tiene ni ídolos, ni tabúes, ni tan solo imagen gloriosa de sí misma, ni ningún proyecto histórico-movilizador… estamos ya regidos por el vacío, un vacío que no comporta, sin embargo, ni tragedia, ni apocalipsis.
Se destaca el individualismo, el narcisismo, la pérdida del sentido de continuidad histórica, el consumismo. Estamos abarrotados por expresiones de sensibilidad: hay que verlo todo, hacerlo todo, decirlo todo. No hay lugar para el misterio. No hay lugar para pensar siquiera en el absurdo extremo.
Volviendo a los surrealistas y su postulado extremo romántico, recordaremos brevemente el idealismo exagerado que buscaba en todo el Romanticismo, encontrando con frecuencia un violento choque con la realidad miserable y materialista, lo que causaba con frecuencia que el romántico acabara con su propia vida mediante el
suicidio. La mayoría de los románticos murieron jóvenes. Los románticos amaban la naturaleza frente a la civilización como símbolo de todo lo verdadero y genuino.Parte de la culpa que arrastra el ser humano a lo largo de su efímera existencia es causada por ésta destrucción a la madre naturaleza, verdugos de nuestra propia tierra, asesinos de nuestros parientes. Vivimos en ciudades de cristal, andamos sobre caminos de hormigón, respiramos hondamente negro monóxido de carbono, y lo hacemos conscientes de que bajo todo eso había algo puro que decidimos destruir sin piedad. ¡Y analicemos cómo corremos al campo, a la playa, a la naturaleza, al silencio, al aire puro cuando podemos!. ¡Cómo lo hacemos todos!, huyendo de toda la destrucción que hemos creado. ¡Cobardes!.
La venganza del planeta será una gran obra de arte. La última gran obra del ser humano.


Welcome to the jungleWe've got fun 'n' gamesWe got everything you wantHoney, we know the namesWe are the people that can findWhatever you may needIf you got the money, honeyWe got your diseaseFrom Appetite For Destruction.

Guns and Roses


[10] Gustav Metzger: http://www.luftgangster.de/audeart3.html
[9] Wikipedia, búsqueda: arte autodestructivo, http://es.wikipedia.org/wiki/Arte_Autodestructivo
[8] Martin Esslin, El teatro del absurdo, Seix Barral, 1966.
[7] Martin Heidegger: ¿Qué significa pensar?, Editorial Trotta, Madrid, 2005.
[6] Guy Debord, “Panegírico”. Acuarela Ediciones 1999.
[5] Wikipedia, búsqueda: Hegel, http://es.wikipedia.org/wiki/Georg_Wilhelm_Friedrich_Hegel
[4] Arthur Schopenhauer, Parerga y Paralipónema, “Meditaciones sobre el dolor del mundo, el suicidio y la voluntad de vivir”. Tecnos. Reimpresión, 2006. Pág. 40
[3] Arthur Schopenhauer, Parerga y Paralipónema, “Meditaciones sobre el dolor del mundo, el suicidio y la voluntad de vivir”. Tecnos. Reimpresión, 2006. Páginas 9 y 38.
[2] Rafael Argullol, “El fin del mundo como obra de arte, Un relato accidental”, Acantilado Bolsillo, 2007. pág. 9
[1] Arthur Schopenhauer, Parerga y Paralipónema, “Meditaciones sobre el dolor del mundo, el suicidio y la voluntad de vivir”. Tecnos. Reimpresión, 2006. Pág. 36


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