e martë, 26 qershor 2007

Pierre Bourdieu, Sobre la Televisión.



-La pantalla del televisor se ha convertido hoy en día en una especie de fuente para que se mire en ella Narciso.Pierre Bourdieu, Sobre la Televisión (pag.17)




Cuando, durante los años sesenta, surgió el fenómeno de la televisión, muchos «sociólogos» (entre comillas) se apresuraron a decir que, en tanto que «medio de comunicación de masas», iba a «masificar». La televisión, supuestamente, iba a nivelar, a homogeneizar más o menos a todos los telespectadores. De hecho, eso significaba subestimar su capacidad de resistencia. Pero, sobre todo, significaba subestimar la capacidad de la propia televisión para transformar a quienes la producen y, en líneas más generales, a los demás periodistas y al conjunto de los productores culturales (a través de la fascinación irresistible que ha ejercido sobre algunos de ellos). El fenómeno más importante, y que era bastante difícil de prever, es la extensión extraordinaria de la influencia de la televisión sobre el conjunto de las actividades de producción cultural, incluidas las científicas o artísticas.

En la actualidad, la televisión ha llevado a su extremo, a su límite, una contradicción que atormenta a todos los universos de producción cultural. Me refiero a la contradicción entre las condiciones económicas y sociales en las que hay que estar situado para poder producir un determinado tipo de obras, esas obras llamadas «puras» (es un término ridículo), es decir, autónomas en relación con las imposiciones comerciales, etcétera, y, por otra parte, las condiciones sociales de transmisión de los productos obtenidos en tales condiciones; es la contradicción entre las condiciones en las que hay que estar para poder hacer matemáticas de vanguardia, poesía de vanguardia, etcétera, y las condiciones en las que hay que estar para poder transmitir esas producciones a todo el mundo.
La televisión lleva a su extremo esta contradicción en la medida en que está más sometida que cualquier otro universo de producción cultural a la presión comercial, a través de los índices de audiencia.
En el siglo pasado, el novelista Stendhal lanzó su artillería crítica contra el teatro. Su argumento fue que era el medio más falso al depender en demasía del público. Stendhal estableció, así, una correlación entre falsedad y público, de tal manera que un medio que dependiera excesivamente —como sucede con el teatro— del favor del público estaba condenado a convertirse en un medio prostituido.
Más de cien años después, con una argumentación básicamente similar, Marshall McLuhan señaló que los medios de comunicación —la televisión, especialmente— buscarían la trivialidad y el entretenimiento como forma "neutral" para poder extender sus audiencias. Es decir, la televisión se convertiría en una poderosa maquinaria de banalizar la realidad para poder ponerla al alcance de todos.

Con Sobre la televisión, Bourdieu ha establecido sus conceptos de "campo", etc., en el mundo del periodismo, de la televisión —de la información— y ultima que el mundo de la información, con sus intereses, constituye un filtro deformador de la realidad, a la que reduce a los esquemas que le son convenientes para satisfacer sus necesidades de audiencias masivas.
Que los medios de comunicación juegan un papel cada vez mayor en el juego político, en el que no participan como simples observadores, sino como jugadores en toda regla, es indudable. En una sociedad de "opinión pública" era lógico que así sucediera. Son los medios los que construyen nuestra realidad representándola; lo que queda al margen de ellos, apenas tiene consistencia y, desde luego, trascendencia. Nuestro mundo es un mundo mediático. El poder no es sólo el poder de hacer, sino el poder de contar, de transmitir, de transformar la realidad en discurso. Esto no es nuevo. Con este mismo fin mantenían los reyes a los poetas a su lado, para que sus acciones llegaran más lejos convertidas en baladas y poemas. Ganar una batalla era importante, pero también lo era que el relato llegara lejos en el espacio y en el tiempo. No sólo aseguraba el recuerdo de la gesta, sino que obligaba a los enemigos a reflexionar antes de emprender acciones.
Hoy, este equipo tradicional, conformado por "el que lo hace" y "el que lo difunde", ha entrado en abierta rivalidad. Sus intereses divergen. Antes era el rey el que recompensaba al cantor; ahora el cantor es pagado según las audiencias que consigue.
Los periodistas que invocan las expectativas del público para justificar esta política de simplificación demagógica (en todo punto contraria al propósito democrático de informar, o de educar divirtiendo) no hacen más que proyectar sobre él sus propias inclinaciones, su propia visión; particularmente cuando el temor de aburrir les induce a otorgar prioridad al combate sobre el debate, a la polémica sobre la dialéctica, y a recurrir a cualquier medio para privilegiar el enfrentamiento entre las personas (los políticos, en particular) en detrimento de la confrontación entre sus argumentos, es decir, lo que constituye el núcleo fundamental del debate: déficit presupuestario, reducción de los impuestos o deuda externa. Dado que lo esencial de su competencia consiste en un conocimiento del mundo político basado más en la intimidad de los contactos y las confidencias (e incluso de los rumores y los cotilleos) que en la objetividad de la observación o la investigación, son propensos, en efecto, a circunscribirlo todo a un terreno en el que son expertos, y están más interesados por el juego y los jugadores que por lo que está en juego, más por las cuestiones de mera táctica política que por la sustancia de los debates, más por el efecto político de los discursos en la lógica del campo político (la de las coaliciones, las alianzas o los conflictos entre personas) que por su contenido (a veces incluso llegan a inventarse y a imponer a la discusión meras cortinas de humo..)
Deberíamos reflexionar sobre el triste destino de una sociedad que gusta de llamarse a sí misma como "sociedad de la información", cuando, en realidad, nos encontramos ante una "sociedad del espectáculo". El papel que los medios y los profesionales tendrían que jugar debería estar más acorde con una sociedad adulta, crítica y responsable, en la que la información es el elemento que permite tomar las decisiones y formar la opinión. Muchas veces, incapaces de resistir la atracción de los cantos de sirenas de los intereses partidistas —del poder, en cualquiera de sus formas, o del capital, en cualquiera de sus monedas— son, en realidad, títeres orgullosos e incapaces de reconocer quién mueve realmente sus hilos.
Es lógico que esta obra de Bourdieu abriera un debate en Francia. Igual sucedió con sus obras anteriores en las que dejaba al descubierto los "campos" de la administración, del arte, del deporte o de la vida académica, entre otros. El que en este caso la revuelta haya sido mayor, sólo significa que se ha enfrentado a un molino que posee una gran capacidad de respuesta: los medios mismos.
Si Bourdieu hubiera analizado los medios españoles, le habría salido un libro, no de ciento cuarenta páginas, sino una obra en varios tomos bastantes extensos.


Frases:


-Lo que consideramos natural no deja de ser una subjetividad sociológica. D. Pérez sobre Pierre Bourdieu, Sobre la televisión.


-Actualmente asistimos a la reconversión de la vida en mercancía. A la cosificación absoluta. D. Pérez sobre Pierre Bourdieu, Sobre la televisión.


-Si es cierto que no se puede decir nada sobre la televisión, ¿no sería mejor abstenerse de utilizarla como medio de expresión?. Pierre Bourdieu.


-“Ser”, es “ser visto”. Berkeley

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