e martë, 26 qershor 2007

McLuhan's Wake

Marshall McLuhan, Comprender los medios de comunicación. Las extensiones del ser humano.

Nos ha tocado vivir en un mundo que es el de la cultura de masas (aunque algunos autores prefieran hablar de industria cultural).
Esta cultura nuestra es la de los grandes movimientos populares, la de las interminables luchas políticas y sociales del siglo XX que venían a exteriorizar un sueño de cambio progresivo, y en la que entonces hay tanto un “a partir de” las revoluciones mexicana y bolchevique, como un “después de” el derrumbe del Muro de Berlín, dos hitos fundamentales, entre los cuales podemos encontrar los elementos a la vez que políticos, económicos, a partir de los cuales explicarnos todo un desarrollo.
Esta instancia del devenir capitalista, cuya más alta expresión han sido las distintas formas del Estado benefactor, como ya lo sabemos, no es un obsequio de los poderosos, sino una conquista de los pueblos.
¿A dónde irá a parar esta difícil, trabajosa adquisición con tanta “economía de mercado”?
Ni el mercado, ni la economía, son novedad para el hombre; en todo caso, lo que nos preocupa a muchos es esa fuerza desatada a la que damos en llamar neoliberalismo, que tras la caída del gran paradigma no tiene límite, no encuentra el punto que ponga freno al deslizamiento de su significación salvaje.
Esta cultura se desarrolla en lo que suele describirse como“era de la imagen”:
Universo en el que la imagen (y muy especialmente, la imagen electrónica), y el mirar consecuente con ella, ocupan un lugar central. No se trata en ello de lo icónico en sí, de cualquier iconicidad en juego, sino de las imágenes en movimiento, y más concretamente en ese formato pequeño que es el de la TV.
Vivimos, según nos lo adelantaraMcLuhan, en una aldea global, bajo el imperio de la televisión y sus pantallas. Un orbe globalizado, tanto en las comunicaciones, como en la economía o en la política, el de la revolución electrónica:
La TV es el medio hegemónico, que no sólo prescribe comportamientos, sino además facilita la regresión; los otros medios (radio, periódicos, etc.) tienen en tal sentido una eficacia muchísimo menor. Nadie se puede sustraer de tener alguna relación con la TV; a propósito de ello, nos dice McLuhan que si no la vemos en casa porque no tenemos televisor, es inevitable por lo menos verla en lugares públicos, o al menos estar en contacto con personas que consumen tal medio. Porque no tengamos coche no dejamos de formar parte de esta sociedad motorizada, del mismo modo que no hace falta saber leer y escribir para estar inscripto en un mundo alfabetizado. Nos ha tocado vivir en “la era de la Televisión”. La cultura de masas hoy es una cultura de la imagen.
Pero este mundo, en el cual pantallas e imagen tienen un papel preponderante, excede lo televisivo: están los videojuegos, cuya función es también la de entretenimiento, esas salas en las cuales adolescentes (y no tanto) pasan buena parte del tiempo de sus vidas; y por supuesto, además, ya en el área de trabajo, las imágenes que se leen en los ordenadores, que la mayoría del tiempo son, aunque con signos verbales también, iconicos: las pantallas de los ordenadores son en la égida de lo imaginario, en donde muchas veces se trata más de una operatoria mecánica que hace eje en lo visual (y analógico), que de una verdadera tarea de pensamiento (altamente metafórica).
Y a todo esto se le suma la tan mentada fusión entre video e informática, con lo cual se abren las puertas a una nueva dimensión témporal-espacial.
En definitiva, el mundo en el que vivimos, en la imposición de una sofisticada tecnología de pantallas y monitores, hace así efectiva la globalización del planeta, proceso este que empieza y termina por ser económico. Y esta cultura de la imagen es la de la videopolítica. A ella , según nuestro punto de vista, le corresponde a la vez un tipo de hombre, una determinada forma de organización político-cultural; hombre, en tanto hombre-imagen, o, como dice McLuhan, hombre electrónico, crónico televidente, el que ve a distancia, agente de lo inmutable en su fijeza, quien se repliega en un ethos de ficción audiovisual, realidad virtual bidimensional en la que las imágenes son planas y remedan los objetos del mundo, cosmos televisual en el que el ser, lo que existe, está en, viene de la pantalla, de modo que el ser es el parecer (*recurro a la Sociedad del espectáculo, y según la definición de Guy Debord) en tanto el televidente les da vida a esos signos visuales, a la par que en parte pierde la vida propia en todo su esplendor al reducirla a la mera condición de mirada; organización político-cultural, cuya práctica política se ha degradado en tanto video-política, la videopolis, si se permite jugar con las palabras, entendiendo que esta polis de las pantallas es lo opuesto de la polis griega, está en sus antípodas, es la antipolis, es decir, la videopolis: reino de la imagen, que se articula desde una estructura política en la que la democracia es indirecta y no participativa, reino de la ilusión en donde el ágora se confunde con el estudio desde el cual las cámaras registran el show político-periodístico, escena en la que el voto es televoto, y la única participación consiste en hacer una llamada telefónico que en nada altera el no-hacer, el inconmovible mirar de la masa quieta y silenciosa. Así, hombre-imagen y videópolis hacen uno:


En la aldea global, en este mundo globalizado tanto cultural como políticamente, hay un hombre universal que lo puebla, más o menos utilitarista, más o menos hueco, conforme ello con el estereotipo que desde las usinas del poder massmediático se promueve.
Y este hombre, esta sociedad de hombres que prolifera, no es en cualquier contexto, sino en el marco de una derrota política mundial sufrida por las fuerzas progresistas, esto es, la caída de un gran paradigma de cambio (en el sentido de una libertad, una igualdad y una fraternidad cada vez mayores: para todos, y no para unos pocos). Este fracaso nosotros lo hemos vivido en carne propia, de resultas de lo cual padecemos el actual estado de regresión político-económica.
He llegado a la conclusión de que la regresión operada llega hasta los cimientos mismos de cada hombre que hace masa (cualquiera de nosotros, en tanto destinatarios de los mensajes de las comunicaciones de masas): en un sentido ya fundamental, la regresión es psicológica. La caída del paradigma es una caída de ideales, y esto no es sin consecuencias para la estructura psíquica; se producen modificaciones de la subjetividad, a la par que se promueve la formación de un determinado tipo de sujeto: adaptado al “modelo” vigente.
Claro que la caída de ideales no es la caída del ideal: éste es un lugar en la estructura psíquica, y es imposible que la gente viva sin tener alguno, tan sólo que, desde la perspectiva de una psicología de masas, consecuentemente con la caída de un paradigma, la derrota, se quebró el ideal, pero no cualquiera, sino un ideal colectivo de cambio político, y con ello quedó desdibujado todo un proyecto de nación. Esto dejó su marca en los individuos: el terror no fue sin consecuencias, sino que atravesó los cuerpos. El sujeto del post terrorismo de Estado se debate entre el goce narcisista y la esquizoidía sociocultural, vencido y desorganizado, vive en el aislamiento; en verdad, lobo de sí mismo. Además, la caída del gran ideal de cambio trajo aparejado el sobredimensionamiento de la pasividad, o, más aún, la inmovilización; sobrevino entonces el colapso del deseo político.
A través de los media, se impone una realidad virtual que es funcional al olvido de la sujeción: el sujeto de la TV, sujeto sujetado, olvida en el reino de lo virtual su ser sujeto de la sujeción, para que ésta, como algo ya natural, devenga eterna. Por otra parte, ése es el eterno rol de la ideología, hoy en día mediáticamente, televisivamente difundida. A su vez, y dentro de este contexto, el paradigma del Cambio ha caído y, al parecer, tan sólo nos queda el consuelo posmoderno de lo gris, la aurea mediocritas elevada al rango de ideal. Este sujeto es en buena medida sujeto del narcisismo, un no-sujeto: ni del cambio, ni de nada, el sujeto de la nada: un puro Yo de contemplación, el Yo de la TV. Por cierto que un Yo que se completa desde la pantalla, un Yo alienado: el de los ciudadanos aterrorizados, y bien quietos, con su teta-televisor a pedir de boca, un casi bebé, con cerebro adulto, en manos de la nodriza TV. McLuhan, también atravesado por el psicoanálisis, desde las páginas de Comprender los medios, nos dice aproximadamente lo mismo, de una manera que, aunque aforística, resulta coincidente: “Con la televisión, el teleespectador es la pantalla”.
El hombre massmediático no opina; por el contrario sencillamente obedece: otros piensan por él; se ubica en una posición semejante a la del hipnotizado frente al hipnotizador.
Pero no todo es manipulación, lo que la televisión hace con el sujeto es un dejarse hacer del sujeto: su deseo, mejor dicho su no-deseo, cuenta en ello: cada sujeto que hace masa, las masas, en suma, son responsables, ya que en algún sentido también eligen. Sabemos que esto es difícil de aceptar para quienes se manejan con apotegmas del estilo de “el pueblo nunca se equivoca, lo engañan”, aquellos que piensan al pueblo, a “la gente” (expresión de moda), o como se quiera decir, como si de niños se tratase. Apuntamos a la idea de responsabilidad (no culpabilidad), en cuanto a que hay un grado de identidad entre cada sujeto-masa, y aquél, líder o lo que fuera, que es la cara visible del poder: las masas optan, y hay un algo en común entre el que manda y los que obedecen; pastores y rebaño son las dos caras de la misma moneda (los hechos históricos no son al margen de los pueblos, ellos tienen siempre algún grado de responsabilidad). En ese sentido, el sujeto de la democracia formal , el sujeto de la regresión narcisista de la libido, además de alienado, también infantilizado, se torna irresponsable.
Parece en fin, que lo que le ocurra, se lo tendrá bien merecido.
Porque recordemos lo que decía André Gide. “Saber liberarse no es nada; lo arduo es saber ser libre…”


Frases:

-Nos convertimos en lo que vemos. Marshall McLuhan

-Inventamos instrumentos para más tarde dejar que ellos nos reinventen a nosotros. Marshall McLuhan

-La propia información es transformada en un “bien”. Marshall McLuhan

La Refutation 1975. Un film de Guy Debord basado en "La sociedad del espectáculo"



Guy Debord, La sociedad del espectáculo.

La Internacional Situacionista fue un movimiento que Guy-Ernest Debord creó como respuesta radical a la sociedad de masas y la cultura mediática. El término situacionista hace referencia al concepto sartreano que describe el pensamiento que analiza situaciones sin buscar su modificación o cambio.

Ya se han cumplido 50 años de la fundación de la Internacional Situacionista, organización cultural revolucionaria que abogaba por la fusión de lo político y lo artístico, de la vida y el arte, como condición para superar las estructuras opresivas del capitalismo que impiden el desarrollo libre de nuestra personalidad y nuestro comportamiento.
Para Debord, en la nueva sociedad del Estado de bienestar, la vida ha quedado reducida a una mera representación. El capitalismo en su fase espectacular ha convertido en representación todo lo vivido y las condiciones que éste necesita para seguir desarrollándose impiden la realización de una vida plena y unificada. “Vivimos una crisis esencial de la historia, en la cual cada año se ve más claramente el problema de la dominación racional de las nuevas fuerzas productivas y la formación de una civilización a escala mundial” . Por ello, continúa el pensador francés, “nuestra idea central es la construcción de situaciones, es decir, la construcción concreta de ambientes momentáneos de la vida y su transformación en una calidad pasional superior. Tenemos que poner a punto una intervención ordenada sobre los factores complejos de dos grandes componentes en perpetua interacción: el marco material de la vida; los comportamientos que entraña y que lo desordenan”.
La tesis central, por tanto, de que parte es que la falsedad caracteriza la sociedad de consumo y convierte a la vida en mero espectáculo, en simple apariencia. Ante la falsa realidad del espectáculo reivindican el valor de la propia vida y la toma de las propias decisiones. Hay que crear situaciones nuevas que subviertan el orden establecido, que acaben con la fragmentación y la separación en esferas de la vida. Todo ello es desarrollado teóricamente en torno a tres aspectos principales: el urbanismo, el arte y la vida.

El urbanismo de posguerra se caracterizaba, a juicio de la IS, por un funcionalismo que ahogaba las capacidades creativas de las personas ―caso de las urbanizaciones autocráticas construidas en la banlieu de París y otras ciudades― al crear espacios enajenados de la vida cotidiana y separar ésta del trabajo y del entorno. Transformar el medio urbano y fomentar su libre uso es tarea indispensable para poder gozar de una vida cotidiana plena. Se impone, pues, un urbanismo unitario alternativo en oposición a los ideales productivistas y utilitaristas que representaba el urbanismo de posguerra (y que siguen caracterizando el urbanismo de hoy).
Para Debord, el espectáculo crea un presente perpetuo apoyado en el espejismo de la tecnología, en el que es posible la ocultación, el simulacro, y la mentira, y en donde la ficción y la apariencia se imponen sobre la realidad. La imagen de la sociedad es un reflejo de la lucha de intereses, de la capacidad de imposición de unos sectores sobre otros, y del papel determinante que el poder tecnológico de las ilusiones (los medios y la cultura) juega en el proceso de dominación. Tecnología, cultura y medios como instrumentos de control y ‘modelaje’, encaminados a crear falsas necesidades que gratifican al individuo, lo seducen, lo desarman y lo cosifican.
Vívimos en ese urbanismo unitario, dónde no puede realizarse una vida plena, sólo en condiciones alejadas del consumismo, la especialización y la separación es posible la satisfacción de nuestros deseos mediante la construcción de situaciones. Puesto que todo lo “vivido directamente se aparta en una representación” y “el espectáculo en general, como inversión concreta de la vida, es el movimiento autónomo de lo no-vivientes”, el tiempo de ocio no puede ser (sí en la nueva sociedad) más que una parte más de la separación de la vida, la otra cara (amable) de la división del trabajo, pero igual de alienante que el resto de condiciones que nos impone el capitalismo. “No queremos un mundo donde la garantía de no morir de hambre se compense con la garantía de morir de aburrimiento”.
La explotación, pues, no alcanza únicamente el tiempo de trabajo, también el dedicado al ocio. Por ello, retomando las tesis anarquistas, el situacionismo considera que el arte reside, más que en las obras, en las experiencias, no las de unos hombres especiales (artistas o genios) sino las de cualquier persona. El arte es, en consecuencia, una parte más de la sociedad espectacular, que hay que superar en tanto que se trata de un aspecto más de la separación a que estamos sometidos. Si la obra de arte no se confunde con la vida no es más que espectáculo. La sociedad del espectáculo se nos muestra como una forma de libertad, la de poder disfrutar de nuestro tiempo “libre”, pero en realidad es la forma última de alineación. Disfrutamos en y con aquello de lo que únicamente somos espectadores pasivos. Nos engañamos creyendo que somos libres, aunque sea por unas horas.
Aunque la IS se autodisolvió en 1972 [1], su lúcido análisis de la sociedad nacida del Estado de bienestar sigue siendo vigente. La sociedad es hoy más espectacular que nunca. Vivimos de imágenes más que de realidades, separamos nuestras vidas en esferas cada vez más alejadas entre sí.
Puede que este movimiento fracasara. Su protagonismo en Mayo del 68 muestra la adecuación de sus propuestas a los intereses de aquellos que habían dejado de confiar en un Estado benefactor que tenía como último objetivo la perpetuación del orden vigente. Consignas como “prohibido prohibir”, “sé realista, pide lo imposible”, “la imaginación la poder”, “la acción no debe ser una reacción, sino una creación”, se han convertido en eslóganes de camisetas y otros productos. Han acabado, pues, separadas del motivo por las que se crearon. Pura imagen, puro espectáculo. Los situacionistas es posible que confiaran demasiado en el ser humano y se olvidaran de que en la base de todo lo que, con criterio y justicia, criticaban está el propio sistema, las relaciones de producción capitalista. Sin embargo, ello no es óbice para que ahora, cuando se cumplen cincuenta años de aquella llamada a la libertad, sus tesis no caigan en el olvido y sean tenidas en cuenta por aquellos que todavía creemos que otro mundo es posible.
[1]http://es.wikipedia.org/wiki/Internacional_Situacionista

Frases:

-El espectáculo no es una colección de imágenes, es una relación entre las personas mediatizada por las imágenes. Debord, La Sociedad del Espectáculo.

-La sociedad de consumo supone la programación de lo cotidiano; manipula y determina la vida individual y social en todos sus intersticios; todo se transforma en artificio e ilusión al servicio del imaginario capitalista y de los intereses de las clases dominantes. El imperio de la seducción y de la obsolescencia; el sistema fetichista de la apariencia y alienación generalizada. Debord, La Sociedad del Espectáculo.

Carlos Herrera y la televisión estatal.

Régis Debray, El estado seductor. Las revoluciones mediológicas del poder.

El hombre actual pasa la mayor parte de su tiempo libre consumiendo lo audiovisual; por lo tanto, para conseguir audiencia, el Estado, los gobiernos y los partidos deben competir con las mismas armas que las utilizadas por los medios. De ahí que cobren creciente importancia las encuestas: son mediciones de rating para adecuar la programación del gobierno según el estado de opinión y de humor de la gente. Por ese motivo no hay programas de gobierno fijos, sino captura del poder y lucha para conservarlo, modificando día a día lo que sea necesario.Debray analiza los cambios que produce en la política, el Estado, el gobierno y la sociedad misma la preponderancia de la imagen; estudia cómo la existencia de los medios audiovisuales junto con la importancia creciente de lo gráfico en los medios escritos, altera la forma de hacer política, a partir de las leyes propias de lo visual. Esto lleva, por ejemplo, a dar prioridad a ciertos temas (lo humanitario, lo ecológico y lo cultural), que son tratados, por ambos socios del Tele-Estado, de prisa y sobre la marcha, sin realizar análisis serios de los mismos. A la vez, las nuevas tecnologías permiten el registro y el archivo instantáneo de los acontecimientos; de cada suceso se crea su doble, su copia. Surge así una segunda realidad, que termina sustituyendo a la primera. Hoy, ser o no ser significa: estar o no estar en la pantalla. Esa es la cuestión.
Frases:
“Hoy es un hecho que la comunicación del Estado se convierte en lo esencial de su acción. El Estado cuanto menos autoridad tiene, más cuida su publicidad. El Estado que funciona bien es un cero audiovisual.” Régis Debray. El estado seductor. Las revoluciones mediológicas del poder.

Pierre Bourdieu.

Pierre habla sobre BHL (siglas mediáticas de Bernard-Henri Lévy) .

Se hizo popular en 1976 como joven fundador de la corriente de los llamados nuevos filósofos (nouveaux philosophes) franceses, como André Glucksmann y Alain Finkielkraut, críticos con los dogmas de la izquierda radical surgida de Mayo del 68. Se convirtió entonces en un filósofo discutido, acusado de «intelectual mediático» y narcisista por sus detractores.[1]
Es un filosófo mimado por los medios,Henri-Levy, que después de 20 años de luchar contra el fascismo, el marxismo, el antisemitismo, el totalitarismo, el terrorismo y fundamentalismo de Bosnia a Bangladesh, recibe en Francia el tipo de adulación que la mayoría de los países reserva para sus estrellas de rock. [2]


Pierre Bourdieu, Sobre la Televisión.



-La pantalla del televisor se ha convertido hoy en día en una especie de fuente para que se mire en ella Narciso.Pierre Bourdieu, Sobre la Televisión (pag.17)




Cuando, durante los años sesenta, surgió el fenómeno de la televisión, muchos «sociólogos» (entre comillas) se apresuraron a decir que, en tanto que «medio de comunicación de masas», iba a «masificar». La televisión, supuestamente, iba a nivelar, a homogeneizar más o menos a todos los telespectadores. De hecho, eso significaba subestimar su capacidad de resistencia. Pero, sobre todo, significaba subestimar la capacidad de la propia televisión para transformar a quienes la producen y, en líneas más generales, a los demás periodistas y al conjunto de los productores culturales (a través de la fascinación irresistible que ha ejercido sobre algunos de ellos). El fenómeno más importante, y que era bastante difícil de prever, es la extensión extraordinaria de la influencia de la televisión sobre el conjunto de las actividades de producción cultural, incluidas las científicas o artísticas.

En la actualidad, la televisión ha llevado a su extremo, a su límite, una contradicción que atormenta a todos los universos de producción cultural. Me refiero a la contradicción entre las condiciones económicas y sociales en las que hay que estar situado para poder producir un determinado tipo de obras, esas obras llamadas «puras» (es un término ridículo), es decir, autónomas en relación con las imposiciones comerciales, etcétera, y, por otra parte, las condiciones sociales de transmisión de los productos obtenidos en tales condiciones; es la contradicción entre las condiciones en las que hay que estar para poder hacer matemáticas de vanguardia, poesía de vanguardia, etcétera, y las condiciones en las que hay que estar para poder transmitir esas producciones a todo el mundo.
La televisión lleva a su extremo esta contradicción en la medida en que está más sometida que cualquier otro universo de producción cultural a la presión comercial, a través de los índices de audiencia.
En el siglo pasado, el novelista Stendhal lanzó su artillería crítica contra el teatro. Su argumento fue que era el medio más falso al depender en demasía del público. Stendhal estableció, así, una correlación entre falsedad y público, de tal manera que un medio que dependiera excesivamente —como sucede con el teatro— del favor del público estaba condenado a convertirse en un medio prostituido.
Más de cien años después, con una argumentación básicamente similar, Marshall McLuhan señaló que los medios de comunicación —la televisión, especialmente— buscarían la trivialidad y el entretenimiento como forma "neutral" para poder extender sus audiencias. Es decir, la televisión se convertiría en una poderosa maquinaria de banalizar la realidad para poder ponerla al alcance de todos.

Con Sobre la televisión, Bourdieu ha establecido sus conceptos de "campo", etc., en el mundo del periodismo, de la televisión —de la información— y ultima que el mundo de la información, con sus intereses, constituye un filtro deformador de la realidad, a la que reduce a los esquemas que le son convenientes para satisfacer sus necesidades de audiencias masivas.
Que los medios de comunicación juegan un papel cada vez mayor en el juego político, en el que no participan como simples observadores, sino como jugadores en toda regla, es indudable. En una sociedad de "opinión pública" era lógico que así sucediera. Son los medios los que construyen nuestra realidad representándola; lo que queda al margen de ellos, apenas tiene consistencia y, desde luego, trascendencia. Nuestro mundo es un mundo mediático. El poder no es sólo el poder de hacer, sino el poder de contar, de transmitir, de transformar la realidad en discurso. Esto no es nuevo. Con este mismo fin mantenían los reyes a los poetas a su lado, para que sus acciones llegaran más lejos convertidas en baladas y poemas. Ganar una batalla era importante, pero también lo era que el relato llegara lejos en el espacio y en el tiempo. No sólo aseguraba el recuerdo de la gesta, sino que obligaba a los enemigos a reflexionar antes de emprender acciones.
Hoy, este equipo tradicional, conformado por "el que lo hace" y "el que lo difunde", ha entrado en abierta rivalidad. Sus intereses divergen. Antes era el rey el que recompensaba al cantor; ahora el cantor es pagado según las audiencias que consigue.
Los periodistas que invocan las expectativas del público para justificar esta política de simplificación demagógica (en todo punto contraria al propósito democrático de informar, o de educar divirtiendo) no hacen más que proyectar sobre él sus propias inclinaciones, su propia visión; particularmente cuando el temor de aburrir les induce a otorgar prioridad al combate sobre el debate, a la polémica sobre la dialéctica, y a recurrir a cualquier medio para privilegiar el enfrentamiento entre las personas (los políticos, en particular) en detrimento de la confrontación entre sus argumentos, es decir, lo que constituye el núcleo fundamental del debate: déficit presupuestario, reducción de los impuestos o deuda externa. Dado que lo esencial de su competencia consiste en un conocimiento del mundo político basado más en la intimidad de los contactos y las confidencias (e incluso de los rumores y los cotilleos) que en la objetividad de la observación o la investigación, son propensos, en efecto, a circunscribirlo todo a un terreno en el que son expertos, y están más interesados por el juego y los jugadores que por lo que está en juego, más por las cuestiones de mera táctica política que por la sustancia de los debates, más por el efecto político de los discursos en la lógica del campo político (la de las coaliciones, las alianzas o los conflictos entre personas) que por su contenido (a veces incluso llegan a inventarse y a imponer a la discusión meras cortinas de humo..)
Deberíamos reflexionar sobre el triste destino de una sociedad que gusta de llamarse a sí misma como "sociedad de la información", cuando, en realidad, nos encontramos ante una "sociedad del espectáculo". El papel que los medios y los profesionales tendrían que jugar debería estar más acorde con una sociedad adulta, crítica y responsable, en la que la información es el elemento que permite tomar las decisiones y formar la opinión. Muchas veces, incapaces de resistir la atracción de los cantos de sirenas de los intereses partidistas —del poder, en cualquiera de sus formas, o del capital, en cualquiera de sus monedas— son, en realidad, títeres orgullosos e incapaces de reconocer quién mueve realmente sus hilos.
Es lógico que esta obra de Bourdieu abriera un debate en Francia. Igual sucedió con sus obras anteriores en las que dejaba al descubierto los "campos" de la administración, del arte, del deporte o de la vida académica, entre otros. El que en este caso la revuelta haya sido mayor, sólo significa que se ha enfrentado a un molino que posee una gran capacidad de respuesta: los medios mismos.
Si Bourdieu hubiera analizado los medios españoles, le habría salido un libro, no de ciento cuarenta páginas, sino una obra en varios tomos bastantes extensos.


Frases:


-Lo que consideramos natural no deja de ser una subjetividad sociológica. D. Pérez sobre Pierre Bourdieu, Sobre la televisión.


-Actualmente asistimos a la reconversión de la vida en mercancía. A la cosificación absoluta. D. Pérez sobre Pierre Bourdieu, Sobre la televisión.


-Si es cierto que no se puede decir nada sobre la televisión, ¿no sería mejor abstenerse de utilizarla como medio de expresión?. Pierre Bourdieu.


-“Ser”, es “ser visto”. Berkeley

Joseph Beuys Filz TV

La batalla de los medios. Entrevista a Armand Mattelart.

¿El futuro?

Qué cosas...

CONCLUSIONES SOBRE LA ASIGNATURA: CULTURA VISUAL Y CRISIS DE LA MODERNIDAD.

Un apunte:


“Qué significa “la sociedad de la información” para el 75 por ciento de la población en el mundo subdesarrollado? ¿Para qué sirven las nuevas tecnologías de la información y de las comunicaciones a los 1 200 millones de personas que soportan la pobreza extrema, a los 842 millones de hambrientos y a los 2 400 millones carentes de saneamiento básico? ¿Qué harían con una computadora los 854 millones de adultos que no saben leer ni escribir y los 115 millones de niños sin acceso a la educación? ¿Cómo la usarían los 2 mil millones que no disponen de energía eléctrica? Mucho ha logrado el hombre en las ciencias y las tecnologías desde el comienzo de la historia. Impresionan los descubrimientos del último siglo y su incesante dinámica. Pero lo realmente sorprendente es el contraste entre el progreso material reservado sólo a algunos, y el atraso cada vez más agudo en el desarrollo del humanismo y la solidaridad”


(Ricardo Alarcón,
Presidente de la Asamblea Nacional del Poder Popular de Cuba,
en la primera Cumbre Mundial
sobre la Sociedad de la Información)



El sujeto es “ninguneado” hasta su eliminación. La interactividad sustituye a las relaciones interpersonales. La realidad globalizada se convierte en una suerte de “diáspora mediática” de-sujetada, sin sujeto de la acción transformadora, sin sujeto del sueño, de la utopía social. Un territorio en el que todo parece posible y todo el mundo es nadie. Un mundo en el que “...no es el pueblo o el grupo familiar amplio, ni siquiera la familia nuclear o la pareja, lo que constituye la célula básica de la sociedad, sino el individuo – el ciberindividuo en realidad - ...la mayoría de los lugares y tiempos de la vida colectiva van desapareciendo... la vida social se reduce a una circulación cotidiana entre dos polos: el trabajo y la casa... se invade el domicilio, tanto para actividades de compra, como de entretenimiento o incluso de trabajo... una especie de terminal global de información y comunicación” [1]
Después de un paréntesis relativamente corto el caos vuelve a acecharnos. La crisis de la modernidad recibió su bautizo oficial en 1989, la caída del muro de Berlín, sin embargo su periodo de gestación se ha prolongado a lo largo de todo el siglo XX, y sus huellas se encuentran en las numerosas guerras, catástrofes ecológicas, atascos diarios,...
Esta crisis viene, quizá, a clausurar el proyecto de la modernidad (que también tiene fecha oficial de nacimiento, 1789), a saber, controlar racionalmente la vida social por medio de la construcción de espacios (democracias representativas, mercados) abiertos a las decisiones de los grupos sociales en los que se concentra el poder económico y político.
La modernidad pretende controlar su destino condenando al azar a una vida extramuros.
Esa muralla es la que empieza a resquebrajarse y por entre las grietas penetra el mudo testigo de todo quehacer humano: el azar.
La crisis de la modernidad es la crisis de sus supuestos: sujeto, historia y razón. Los sujetos, dotados de una identidad, construyen racionalmente un proyecto de sociedad que se desplegará a lo largo del discurrir histórico acorde con sus intenciones y con sus rasgos identitarios.



He aquí el proyecto moderno....


[1] Mercier, Plassard, Scardigli “La sociedad digital. Las nuevas tecnologías en el futuro cotidiano”. Barcelona. Editorial Ariel S.A. 1985. pp-52-53.



A veces vienen a visitarme.


Ayer volvieron a visitarme.
Les escuché. Andando por el pasillo.
hacia la puerta de mi habitación.
Musitando en un lenguaje extraño.
Me tapé la cabeza.
Pero entraron, y les sentía ahí. Cerca.
Respirando.
Entonces, tiraron de mi manta.
Y les ví.
Les vi en la semioscuridad de una noche de luna clara.
Azulados, con la tez blanquecina.
Mirándome, mirándose, poniéndose los guantes de látex. Con ese ruido plástico que ahora sé porque no puedo escuchar sin ponerme a llorar.

Las primeras veces lo hacían silenciosamente.
Mientras yo dormía.
Se deslizaban sobre sus extraños
cubre-pies de plástico. Y me miraban en la oscuridad. Durante mucho tiempo.
Debatian sobre el proyecto.
Mientras yo dormía.
Eso sé ahora.Porque lo único que sabía tras sus visitas era lo que dejaban en mí.

O lo que me quitaban.

Recuerdo aquella mañana en la que desperté con la almohada llena de pelo.
Mi pelo.
Me habían rapado la cabeza. Y lo habían dejado todo lleno de mechones de mi oscuro cabello.
La cama, mi boca, el suelo.
Me volví loca.
Pero no dejaron pasar mucho tiempo, no querían que pensara que me lo había hecho yo mísma. Ese no era el plan.

Después fueron las uñas.
Me dejaron sin ninguna.
Supongo que usaban somníferos en spray.
O quizás algo más sofisticado.
O puede que el clásico cloroformo.
Pero lo que hicieron con mis uñas debía doler.
Y así fue, vaya si dolió.
Cuando desperté con mi propio alarido, el dolor era tal que no sabía de dónde provenía.
Cuando al fin me miré las manos me desmayé.
No, en aquella época no solía tener buenos despertares.

Luego vino lo peor.
Me quitaron la identidad.

Desperté sobresaltada. Bañada en sudor.
Y al parpadear, el dolor craneal explotó en miles de luces blancas.
Corrí al baño. Busqué con una mano temblorosa el interruptor de la luz.
Y allí estaba mi nuevo yo.
La que me miraba desde el reflejo en el espejo era otra persona.
Hinchada, amoratada, llena de puntos...pero había otra nariz, otras orejas, otra boca.
Me cambiaron hasta el color de ojos.
Lo que dicen que es « el espejo del alma »
ya no era el mío.
Con mi mano sin uñas, odiándo aterrorizada mi cabeza calva, destrozé en decenas de trozos el espejo, que seguía devolvíendome esa terrible visión de otro ser en cada uno de los pedazos.
De igual modo se rompió mi mente.

Cuando empecé a dormir en la institución
dejaron de venir.
Pensé que allí, al fin, estaría segura.
Todos pensaban que lo estaría.
Siempre creyeron que me lo hice yo.
Todo.

Y casi lo creí yo también.

Al cabo de cinco meses, pude volver a cerrar los ojos sin ayuda de drogas.
Casi les olvidé.
En mis sueños les veía. Por supuesto.
Siempre azulados, sonríendo eternamente.
Cambiándome sin ningún escrúpulo. A su antojo.
Sin obtener ningúna resistencia por mi parte.

El sonido de los guantes de látex que usan los enfermeros que me inyectan medicinas me sigue volviendo loca. Usan las correas porque ya están avisados.

No les olvidé.
Ellos dejaron en mí, miedo y locura.
Cada paso, click o parpadeo de tubo fluorescente me desvelaba.
Nunca pude dormir mas de tres horas seguidas.
Sentía « tictics », patitas de araña reptando en los rincones.

Ya no me dejo crecer el pelo.
Me gusta así. Corto.
Y mis uñas han crecido. Ahora me las como.
No se como es mi cara. Nunca volví a verla.
No se quién soy.
Pero para que supiera, ellos volvieron.
Sin disimulos. Haciendo ruido.
Ayer mísmo.
Y nadie me ayudó.
Esta vez me hicieron algo en el cerebro.
Lo hicieron conmigo despierta.
Notaba instrumentos fríos allá adentro.
Les notaba el aliento caliente.
Y no noté dolor.
Pero las lágrimas rodaban por mis mejillas.
Las noté saladas en la comisura de mis labios.
Fué tan agradable.
Ahora sólo puedo escribir,
Me he levantado con esa necesidad.
He gritado durante horas que quería un lápiz. Un miserable rotulador.
Al final he optado por la sangre.
He escrito cosas con mis muñecas por toda la pared acolchada.
Cosas de loca.
Al final me han tirado un cuaderno medio gastado y un carboncillo.
Para que dejara de hacer la guarra.
Ahora escribo esto. Y dibujo mis miedos.
Mi nuevo yo no puede dormir, sólo quiere hacer. Dejar constancia de los cambios, dejar constancia, cambios...
mostrar quien soy, quién soy, ¿soy quien?... mostrar quién.

Y ellos...¿Volverán esta noche?...sino es hoy...será pronto, hasta entonces...esperaré sin temor, sin dormir, el nuevo cambio.

Inmobiliarias, viajes astrales y centros de estética.


Hoy en día las inmobiliarias tienen de todo. Son el negocio del futuro. Es sinónimo de evolución. Si pudiera pagarlo, me compraría una parcelita en cualquier planeta para no tener que cruzarme con nadie detestable. Sola en un planeta. Con Bruno. Con víveres para un año. Suficiente. Pensando en dónde, se me ocurre que en Plutón, como ha dejado de ser planeta, los precios se habrán revalorizado… O mejor, si pudiera iría a una agencia de viajes, que hoy en día son otro negocio del futuro. Sinónimo de ocio. En las agencias venden de todo. Willy Fog se echaría a llorar. Pobre. Y pediría un viaje a… Siempre he querido ir a Transilvania. Con esa bruma baja que no deja ver donde pisas…Con casas de madera crujiente al anochecer y frondosos bosques donde perderse es lo mejor que te puede pasar. O mejor…Iría a Nueva Inglaterra, a comer langosta, a esquiar, y a sentarme frente a la mayor zona verde virgen que queda en un país evolucionado. O mira no… también iría a Acapulco, dónde un buen amigo mejicano, me dijo, que una vez miras el pacífico olvidas al momento el pasado. Pero creo que no…*

Entro en una agencia de viajes, con mi mejor traje, bien peinada y con grandes gafas de sol. La señorita me espera con su mejor sonrisa y extiende el brazo indicándome que me siente.

-Buenas tardes, me gustaría hacer un viaje astral. No conozco mucho el tema-le explico a la estupefacta señorita vendedora de viajes que ella nunca podrá hacer.

-Pero me han dicho que eso es lo último en cruceros. ¿no es así?

La señorita que sólo viaja de su pequeño piso a esta incomoda silla de ante azul de diseño barato no me responde.

-¡Oh! ¡No ponga esa cara! Tengo dinero para pagarle lo que cueste-le digo sacando de mi bolso una elegante tarjetera y comienzo a mostrarle todas las Visa, Crédito Oro y Master Card que contiene-por eso no tiene que preocuparse…

La señorita parpadea un par de veces y entonces sonríe de nuevo, pero es una sonrisa torcida, nerviosa. Mientras, en el reflejo de mis gafas se ve a sí mísma levantando el auricular del teléfono de mesa blanco.

-¿Necesita ayuda? ¿No es usted quien lleva ese tema?, no se preocupe, espero.

Mientras ella marca el teléfono del encargado instalado en el altillo del local yo sigo mi estúpida disertación, ajena a las intenciones de la no-viajera-vendedora-de-viajes.

-Yo he viajado mucho, ¿sabe?, pero es que no me encuentro en ningún sitio. Así que cuando supe de la existencia de tales viajes…eeh..¿astrales?, oh sí, astrales, me dije: ¡eso es lo que me apetece!... ¿Sabe? Salir de este cuerpo que a veces no me corresponde, que ha veces no siento mío y que a veces “pesa” demasiado…¿no le pasa a usted?

La chica habla en susurros con el encargado sin dejar de mirarme con sus grandes ojos, mientras él ya se levanta y observa, manteniendo el auricular de su teléfono en una mano, desde la cristalera del altillo hacía dónde yo estoy sentada.

-Sería solo un pensamiento, flotando, sin “estar”, sino sólo siendo, sintiendo. Libre, sin peros. Siendo brisa zarandeando un vestido de verano. Siendo agua fresca bajando por la garganta reseca de un tuareg.
Mientras Alicia, (eso pone en su chapa enganchada a su camisa blanca), ha colgado el teléfono y comparte miradas de complicidad con el hombre que baja del altillo lentamente.

-Sentir el cuerpo deseado de una manera inimaginable siendo corpórea. –continúo yo- Estar dentro de él. Sentirte él. Y de repente no estar. Estar aquí. Estar allá. En todos lados a la vez. Sintiéndote eterna. Inmensa.Pura. Sin el lastre de este cuerpo que ves cambiar cada día y que es ajeno al “ser” que en realidad somos. Ser una idea en la mente de un genio. Ser una mancha en un papel. Ser tierra húmeda en lugares sin acceso a las pisadas del hombre. Ser el frío de un cadáver en su lecho.

-¿Señorita?...- aborda el encargado acercándose a mí…-¿puedo ayudarle en algo?...Parece que mi compañera tiene problemas para entender lo que va buscando…
Mientras dice eso me coge fuerte por el brazo y me levanta de la silla incómoda.

-Ser el calor de la fiebre de un niño. Ser la risa de un loco.
Todos caminamos hacia la puerta de la agencia. El hombre me lleva del brazo.

-Ser la fricción de dos cuerpos excitados.
El hombre me suelta el brazo cuando estoy en la calle. La puerta se cierra, mientras los dos se quedan mirándome fijamente a los ojos desde detrás del gran cristal.
Les digo: Ser una lágrima del espectador que visiona Cinema Paradiso...

Comienzo a caminar. Y veo una clínica de cirugía estética. Hoy en día estas clínicas tienen de todo. Son definitivamente el negocio del futuro. Es sinónimo de narcisismo. Entro en la clínica y camino hacía el mostrador de recepción. Una chica muy joven,no operada,me sonríe.

-Buenos días.Desearía una intervención rápida.

La chica no ha dejado de sonreír. Por lo que veo no he dicho nada fuera de tono esta vez.

-Dígame que desea cambiar…

-Deseo un cerebro nuevo,¿Tiene algún catálogo?

Deprisa.


El mundo esta hecho deprisa.
Las risas suenan un momento y desaparecen.
Se oye el trafico pasar... vertiginoso, incesante y eterno.
Un abrazo dura menos que un enfado.
Corremos para ir al trabajo.
En bici para ir a clase.
Caja rápida en el supermercado.
Comida rápida en todas partes.
Un beso con toda el alma dura menos
que una mancha de semen anónimo en mis sábanas.
Rápido se puede esfumar cualquier lugar
de la tierra con solo hacer una llamada.
Muertos fulminados y desertización.
El Núcleo y la fisión.
Cabinas de prostitutas con céntimos al minuto.
Llamadas alígeras para decir lo justo.
Grabadoras mas briosas para guardar música atemporal.
Palabras cortas para despedidas eternas.
Cables mas innovadores para hacer volar los datos.
Te digo en Valencia -¿hola estás en Londres?...
y mis palabras brotan en el espacio...-si, aquí estoy.
Trenes de alta velocidad.
DVD s para no tener que reboninar.
Carreras de Fórmula 1.
Motos y Camiones.
Vuelos. Baratos. En horas.
Adiós. Hola. ¿Todo bien?
Rápido, vertiginoso, resuelto, apresurado...
Deme un café expresso.
Mensajes de amor como sopas de letras.
Llme dpues Tq
Programas rápidos para lavadoras y lavavajillas.
Conejos blancos con reloj de bolsillo
Y drogas duras de aceleración.
Todo es imparable. Todo es ínfimamente inmediato.


Y cuando ocurre algo realmente instantáneo. Inevitable. Ineludible.
Es entonces cuando todo se desacelera.
Una mano sin cuerpo apaga la máquina y su estruendo.

Y tu quieres correr. Como en un sueño. Y no puedes. Y sufres.
Porque así t lo han enseñado. Sintetizado.
Porque así creciste. Apresurado.
Porque así vives. Abreviado.
Porque así se muere. Arrancado.
Porque así ES. EStancado.

Pero yo no quiero correr hacia el sin sentido.
Sólo ambiciono correr porque es lo natural.
Porque no está mal.
Voy hacia allá.
Ellos hacia acá.
Pero corro y no me importa. Aunque ellos se giren a mirar.
Marcho ciegamente hacia el primer pensamiento de la mañana.
Circulo resuelta sin miedo a llegar tarde, a no ser, a no poder.
Sin desvelo, libre.
Corro para sentir mis pies retumbando en el suelo.
Sintiendo mi sudor brotando sobre la piel,
húmedo, único.
Sintiéndome viva y exclusiva
y no una parte que encaja en la presurosa Nada.
Si todos corren y estan cansados.
Si todo corre y nadie dice nada.
No creo que alguien se atreva a decirme que yo voy deprisa.

Pero hay que ensamblar esa presteza con alguien que corra parejo a mí.
Porque así nos lo han enseñado. Necesitando.
Porque así creciste. Amado.
Porque así vives. Buscando.
Porque así se muere. Enamorado.
Porque así se ES. Especial.

Podrías besarme rápido y sentir el vacío en el tiempo.
Podrías rozarme brevemente y desearlo de nuevo el resto de tu vida,
Podrías penetrarme en lo que dura un relámpago
y revivirlo cada vez que se lo hicieras a otra.
Podría lanzarte una frase que destelleara en tu mente cada vez que me pensaras.
Y podría ser tuya un minuto cada noche y tu sin saber que lo soy también el resto del día.

No quiero tirarte del brazo.
Puedo desencajártelo.
Puede que tu no quieras correr.
Pues coge el metro y mira el reloj.
Estudia resuelto y escribe atropellado.
Hazlo porque así creciste.
Suelta mi mano o tropezarás.
O bien corre a mi lado hacia el otro lado.
Y no te gires porque eso no te lo han enseñado.
Y puede que te descubras asustado e impresionado.

El mundo nunca parará de correr. Yo tampoco lo haré.
Porque tengo prisa. Y mucho, demasiado, tanto que hacer...

Ansiedad.




...¿Sabéis?
Hoy como todos los días, análogos, he despertado de un buen sueño y al abrir los ojos, en esa milésima de segundo que separa la duermevela de la consciencia, he notado un dolor punzante en el cerebro que ha ido extendiéndose por las ramificaciones de sus nervios, y he percibido como cada uno despertaba, aquejado por el cansancio de la extenuación que produce la vuelta en sí dolorida. Del dolor sobre el dolor dormido. Como una reanimación postoperatoria donde la anestesia desaparece de un segundo a otro.

Entonces he parpadeado un par de veces, he intentado no pensar en ello, como todos los días, días sinónimos, de mal escritor, días eternos sin ni siquiera noche que los distinga:

Laura no. Otra vez no. ¿Hace un buen día? Venga, mira. No. Vuelve a llover. ¿Tendiste la ropa?. Sí. Pues corre. Mierda...

Mientras, el dolor me baja desde el cerebro, ahora colapsado, por la medula espinal y circula a gran velocidad por ella hasta cruzarme de lado a lado a la altura del corazón, me apresa el pecho y es ahí donde se instala, y permanece el resto del día, perpetuamente, hasta que por la noche, el agotamiento es más fuerte que yo y caigo rendida entre mis sábanas y es sólo entonces cuando deja de estar, es decir, dejo de estar yo y él conmigo...
Oh! Pero no os preocupéis!... no es un dolor físico, no estoy enferma, ni padezco ningún tipo de epilepsia, ni siquiera un doctor pudiera observar con extraños aparatos de doctor por dónde circula mi dolor...
Le llamo dolor porque el ser humano inventa palabras que no necesitamos y elude y olvida los sentimientos que merecen un nombre.

Ansiedad le llaman.
Yo no creo que sea eso.

Deberían ponerle un calificativo. Y todos deberíamos saber llamarle por él. Hablaríamos de él en las tertulias del café. En la fila de atrás en clase. En la parada del autobús.
Porque no creo que ese dolor lo sienta yo sola.
Porque es un dolor inherente al ser humano.
Es la negación de la responsabilidad autoimpuesta, es la humillación del trabajo, es el desamor, o el amor que nace, son las ganas de vivir y las ganas de morir. Es la sensación de prisión, y la sensación de inmensidad... Es un colapso de nuestra razón, con tantos unos y ceros que está apunto de inventarse e instaurarse un virus y borrarse entero a sí mismo.
Es sólo la sensación de conciencia la que nos causa dolor.
Porque lo difícil en este mundo es permanecer cuerdo tras vivir lo vivido.
Y la negación a caer en esa causa produce agujetas en la mente.
Cansa vivir. Con sus pocas alegrías y sus tantas metas.
Cansa la necesidad absurda de querer enamorarse, y después amar, y después no ser amada, o sí, y después dejar de amar.
Cansa tener tanto dato alterable y modificable en nuestra cabeza...
Este mundo lo construimos para otro tipo de cerebro.
Uno con menos capacidad de memoria.

Una ranura para los datos del oficio de cada uno.
Una ranura para elegir y mantener a la persona con la que compartir recibos bancarios.
Una ranura para las acciones básicas, comer (implica conocimientos de cocina básica), lavarse, dormir, estar con la familia y celebrar la navidad.

Con tres estaría bien. Sí.

Y no con la maraña de sensaciones y pensamientos que cada día nos atacan deliberadamente y nos hacen necesitar beber alcohol hasta la madrugada en cuanto tenemos tiempo, o crearnos un fotolog para sentir que alguien nos escucha (¿y entiende?) o salir a correr dos horas por el parque todos los días.
Es demasiado potente, grandioso y extraordinario esto que se despierta cada mañana para la pequeñez del mundo que nos espera, el que sabemos que no está organizado para ello, que decidimos guardarlo, no ponerle nombre y eludirlo.
Pero está ahí. Todos los días.

Y no se llama ansiedad.

Pongámosle nombre.

La Misantropía como Principio Artístico. Breve introducción para proyecto de investigación. Laura Carmona.

El acto surrealista más simple consiste en salir a la calle con un revólver en cada mano y, a ciegas, disparar cuanto se pueda contra la multitud. Quien nunca en la vida haya sentido ganas de acabar de este modo con el embrutecimiento existente hoy en día, pertenece a esa multitud y tiene la panza a la altura del disparo.

Andre Breton

Aspirando a la Verdad por encima del sistema, arriesgándome como tantos otros “locos” a escuchar que mis divagaciones son desconsoladoras y/o pesimistas[1], comenzaré mi breve disertación con la pregunta más completa al respecto:
¿Qué es (que sentido tiene) el género humano?, Hill Hicks, humorista norteamericano coetáneo lo describe como “un virus con putos zapatos”.


Destructivos, crueles e infelices… los seres humanos rondan (y superpoblan) el planeta sin objetivos, sin finalidad y sin sentido fundamental, contemplando sus vidas como un inútil y perturbador episodio en el sereno reposo de la nada
[2]. Hasta el hombre que haya vivido de manera mas plazca, al llegar a cierta edad, se percatará de que la vida en su conjunto es a disappointment, nay, a cheat [una desilusión o, mejor, una trampa], o- dicho en palabras de nuestra lengua- de que lleva inscrito el carácter de una gran mistificación, por no decir un fraude.[3]Pudiéndome objetar algún que otro “vividor satisfecho”, me reafirmo en mis fuentes y ratifico que todo ser humano ha de ser por naturaleza desdichado. Y aún así, puede que ésta afirmación cause sorpresa e indignación, pues hay algunas imperfecciones contrarias a este pensamiento y éstas son las miserables condiciones morales e intelectuales de la inmensa mayoría de hombres y mujeres, pues es inherente a la conciencia y al saber, que el ser humano es una disonancia que jamás nadie sabría corregir.
Venimos al mundo ya cargados con el peso de la culpa y el continuo afán por aliviarnos de esta carga es lo que hace de nuestra existencia algo tan desgraciado.
[4]

Desde el punto de vista del pensamiento misántropo, haciendo una distinción importante frente al pesimismo filosófico de Immanuel Kant “de la naturaleza tortuosa de la humanidad, ninguna cosa recta se puede obtener”, pues pese a la cita, el gran autor no cree en la inutilidad del ser humano; o como Samuel Beckett, el cual en una ocasión comentó que “el infierno debe de ser como (…) recordar los buenos tiempos pasados, cuando deseábamos estar muertos” — haciendo un alegato que puede, quizás, ser percibido como desolador y desesperado, pero no como anti-humano o expresivo de ningún odio por la humanidad, índico que más que pesimista mi visión es realista, y personalmente me inclino hacia la cita de Arthur Schopenhauer: “la existencia humana debe ser una especie de error”, pues es el equivalente al cáncer del planeta en período de metástasis.
Recuerdo, al despistado lector, que la misantropía no equivale necesariamente a una actitud inhumana hacia la humanidad, sino al sentimiento de desprecio por todo lo que ésta realiza. Pues no se recuerda en la corta historia acto sensato en la actuación humana, salvo breves intentos de reparar al mal congénito a ella. Por ejemplo, la Revolución Francesa constituye para Hegel la introducción de la verdadera
libertad a las sociedades occidentales por vez primera en la historia escrita. Sin embargo, precisamente por su novedad absoluta, es también absolutamente radical: el aumento abrupto de violencia que hizo falta para realizar la revolución no puede dejar de ser lo que es, y por otra parte, ya ha consumido a su oponente. La revolución, por consiguiente, ya no tiene hacia dónde volverse más que a su propio resultado: la libertad conquistada con tantas penurias es consumida por un brutal Reinado del Terror.[5] Cómo dice Guy Debord en su Panegírico “En toda mi vida, no he visto más que tiempos de desorden, desgarros extremos en la sociedad e inmensas destrucciones; yo he participado en esos desórdenes” [6]. Ahí queda su testimonio misógino, y de nuevo aparece, ineludible, la culpa. (Recuerdo al olvidadizo lector que Debord se suicidó el 30 de noviembre de 1994).
El ser humano es tan chocante en su condición, que realiza y piensa actos infames durante toda su vida y en el mismo instante se siente culpable. Es más un sentimiento de culpabilidad por lo que se es que por lo que se hace, el que sigue a la naturaleza humana. La culpa, y la necesidad de obtener sentido a la vida, son las dos bases del alma humana. La primera, un lastre que nunca puede ser eliminado, la segunda, una meta inalcanzable, ¿que es la vida, sino un fraude, pues?... Pero no me detendré en la clemencia que inspira el ser humano, con su culpa y su tristeza en la brevedad de su existencia individual, desde la visión nihilista de Nietzsche o Heidegger, deberíamos ver la vida como el estado en el que no queda nada del ser en sí, y apoyarnos en el reduccionismo, para ser conscientes del Ser como un mero valor, o desde la perspectiva existencialista, con su carácter
realista, ligado a los dilemas, estragos, contradicciones y estupidez humanos, discutir y proponer soluciones a los problemas más propiamente inherentes a la condición humana, como el absurdo de vivir, la insignificancia del ser, el dilema de la guerra, la libertad, ya sea física o metafísica, la relación planeta-hombre, el ateismo y la naturaleza del hombre. El existencialismo, de acuerdo a Jean-Paul Sartre, indica que no hay naturaleza humana. El filósofo francés indica que la existencia precede a la esencia, lo que en efecto es un ataque a la creencia religiosa, cuyo pensamiento inició con Aristóteles y culminó en Sartre, quien indica que los seres humanos primero existimos y luego cogemos sustancia; es decir, solo existimos y mientras vivimos, vamos aprendiendo de los demás humanos que han inventado cosas abstractas desde Dios hasta la existencia de una naturaleza humana previa.[7]
¿Y dónde queda el arte en todo esto?, el arte es sin duda lo único que le queda al ser humano para demostrar la inutilidad del sentido de la vida, para auto-criticarse, para autoevaluarse cómo pieza única y defectuosa en este universo dónde todo encaja menos él.

La filosofía piensa y escribe sobre esto sin pretextos, el arte lo demuestra sin tapujos.
Durante la segunda década del siglo XX, un grupo de artistas se propuso acabar con los códigos y sistemas establecidos en las distintas disciplinas artísticas en rechazo a una sociedad en decadencia incapaz de garantizar la paz y el respeto a la vida humana. Así nació el movimiento conocido como Dadaísmo, con subversivos creadores que impulsaban una revolución contra el arte convencional, con el mismo espíritu nihilista y destructor que tenían los grandes poetas cómo Tristan Tzara, escritores como Albert Camus y Louis Céline Ferdinand o filosófos cómo Émile Michel Cifran, Viktor Frankl («en una situación tan desdichada, ¿por qué no se suicida usted?») y Émile Durkheim.
Más tarde, comenzando la década de los 20, la vigencia del Dadá inició su descenso. Numerosos dadaístas terminaron comprometiéndose con una nueva corriente que irrumpió en el escenario de las artes: el Surrealismo.
El nuevo movimiento fué formalizado en 1924 por el escritor francés André Breton que publicó ese año el Manifiesto Surrealista, el cuál, históricamente, surgió como una respuesta dialéctica a la destrucción estéril preconizada por los dadaístas. Artistas y pensadores que habían participado agitadoramente en el movimiento Dadá se desmarcaron de su líder,
Tzara, decepcionados por unos actos de provocación que con el tiempo fueron volviéndose previsibles y mecánicos. El rechazo sin matices de Tzara a todo el arte anterior a las vanguardias dió paso a una recuperación crítica de lo que hubo de mágico y rebelde en él, reivindicando a autores como Sade, Lautréamont y Rimbaud.
Breton definiría el nuevo movimiento como "la cola prensil del romanticismo".
Más tarde, en los años 40 y 50 en París se desarrolló una tendencia literaria dramática, de la mano de autores como Samuel Beckett, Ionesco, Fernando Arrabal y Jean Tardieu, llamada filosofía del absurdo.

Ésta establece que los esfuerzos realizados por el ser humano para encontrar el significado dentro del universo fracasarán finalmente debido a que no existe tal significado (al menos en relación al hombre), caracterizándose así por su escepticismo en torno a los principios de la existencia.
Esta filosofía está relacionada al
existencialismo, aunque no debería ser confundido con éste, y es en parte un hipónimo de nihilista. La filosofía del absurdo nace a partir del movimiento existencialista cuando el filósofo y escritor francés Albert Camus rompe aquella línea filosófica y publica su manuscrito El mito de Sísifo. Las consecuencias de la Segunda Guerra Mundial suministraron un ambiente social propicio para las visiones absurdistas, especialmente en el devastado país de Francia, como Émile Michel Cioran.

De esta corriente literaria saldrá el denominado Teatro del absurdo el cual se caracteriza por tramas que parecen carecer de significado, diálogos repetitivos y falta de secuencia dramática que a menudo crean una atmósfera onírica.
El término lo acuñó el crítico
Martin Esslin, quien lo convirtió en título de un libro de 1962 sobre la materia. Esslin consideró que estos dramaturgos daban expresión artística al concepto filosófico de Camus de que la vida es inherentemente absurda. "Es una modalidad dramática que se rige por los principios existencialistas expresados en términos absurdos".[8]
Las obras más representativas son Esperando a godot de Samuel Beckett 1952 y La cantante calva de Ionesco de 1950. Fuera del teatro: algunas de las películas de Luis Buñuel podrían catalogarse de absurdistas, si bien la clasificación es discutible.Tras esto, a principios de los años 60, nace el Arte Autodestructivo. Un término inventado por el artista Gustav Metzger y puesto en circulación en su artículo Machine, Auto-creative and Auto-destructive Art ("Máquina, Auto-creación y Auto-destrucción del Arte") en el número de verano de 1962 del periódico Ark.[9]

En 1966, Metzger y otros artistas organizaron el Destruction in Art Symposium en Londres. (Un evento similar fue desarrollado por otros en Nueva York en 1968). El Symposium fue acompañado de demostraciones públicas de Arte Autodestructivo, incluyendo el incendio de las Skoob Towers por John Latham. Estas eran torres de libros (skoob es books invertido, libros, en inglés) y la intención de Latham era mostrar directamente su visión sobre la cultura occidental.
Yoko Ono, Cut, Grupo Fluxus, 1965
En el manifiesto Auto-Destructive de 1960, Metzger hace hincapié en el absurdo ser que regenta la tierra, llamándolo hombre auto-destructivo:


-Man In Regent Street is auto- destructive.
Rockets, nuclear weapons, are auto- destructive.
Auto-destructive art.
Auto-Destructive Manifest, 1960
[10]


El movimiento Fluxus tuvo su momento más activo entre la década de los 60 y los 70 y estuvo vinculado a la corriente autodestructiva. Se declaró contra el objeto artístico tradicional como mercancía y se proclamó a sí mismo como el antiarte.

La destrucción y el absurdo eran las bases de estos dos movimientos surgidos a mediados del siglo XX, cuando desaparecieron, tal inquietud puede verse, de manera distante, en Nueva York en los años 70, capturando artísticamente, el activismo “vago” de la era punky y la idea que “a veces lo peor de no conseguir lo que deseas es que eso en sí sea tu motor artístico” demostró ser el concepto principal de los años 70.
Tras esto, y según Gilles Lipovetsky, nuestro mundo actual vive una crisis, quizá la más grande de todos los tiempos. Ningún artista ni movimiento conocido aborda el serio tema tan ilustrado, pensado e intervenido.

Debido a la revolución de la técnica, el hombre ha sido extraído de la producción y es privado del saber. La que sabe es la máquina. Las máquinas ordenan el mundo, plantean necesidades. El hombre en esta sociedad técnica se convierte en el hombre mecánico. El hombre en la gran metrópolis es un número más, cómo bien decía Heidegger apoyándose en el reduccionísmo, pero el resultado no es el esperado, pues somos números contabilizables por otros humanos que no lo son. Somos esclavos, sin libertad, y lo más absurdo de todo es la inconsciencia general de tal cosa. El hombre así pierde su historia y su identidad. El absurdísmo acaricia su fin: el existir actual ha sobrepasado lo nombrable, deberemos inventar otra voz para denominar la actitud presente del hombre.
De manera inadmisible merece respeto la actuación humana contemporánea, de igual forma, inaceptable el arte que apoya esta actitud, que no reniega de lo que somos, el arte vacío actual, lleno de técnica y de individualismo, sin apoyos filosóficos, el arte contemporáneo ocioso y despreocupado, indolente, sólo se sostiene sobre los pilares básicos de nuestra sociedad: la apatía, la indiferencia y la deserción. No hay grandes propósitos, el alienamiento es total. Incluso en los artistas.
Ninguna ideología política es capaz de entusiasmar a las masas, la sociedad posmoderna no tiene ni ídolos, ni tabúes, ni tan solo imagen gloriosa de sí misma, ni ningún proyecto histórico-movilizador… estamos ya regidos por el vacío, un vacío que no comporta, sin embargo, ni tragedia, ni apocalipsis.
Se destaca el individualismo, el narcisismo, la pérdida del sentido de continuidad histórica, el consumismo. Estamos abarrotados por expresiones de sensibilidad: hay que verlo todo, hacerlo todo, decirlo todo. No hay lugar para el misterio. No hay lugar para pensar siquiera en el absurdo extremo.
Volviendo a los surrealistas y su postulado extremo romántico, recordaremos brevemente el idealismo exagerado que buscaba en todo el Romanticismo, encontrando con frecuencia un violento choque con la realidad miserable y materialista, lo que causaba con frecuencia que el romántico acabara con su propia vida mediante el
suicidio. La mayoría de los románticos murieron jóvenes. Los románticos amaban la naturaleza frente a la civilización como símbolo de todo lo verdadero y genuino.Parte de la culpa que arrastra el ser humano a lo largo de su efímera existencia es causada por ésta destrucción a la madre naturaleza, verdugos de nuestra propia tierra, asesinos de nuestros parientes. Vivimos en ciudades de cristal, andamos sobre caminos de hormigón, respiramos hondamente negro monóxido de carbono, y lo hacemos conscientes de que bajo todo eso había algo puro que decidimos destruir sin piedad. ¡Y analicemos cómo corremos al campo, a la playa, a la naturaleza, al silencio, al aire puro cuando podemos!. ¡Cómo lo hacemos todos!, huyendo de toda la destrucción que hemos creado. ¡Cobardes!.
La venganza del planeta será una gran obra de arte. La última gran obra del ser humano.


Welcome to the jungleWe've got fun 'n' gamesWe got everything you wantHoney, we know the namesWe are the people that can findWhatever you may needIf you got the money, honeyWe got your diseaseFrom Appetite For Destruction.

Guns and Roses


[10] Gustav Metzger: http://www.luftgangster.de/audeart3.html
[9] Wikipedia, búsqueda: arte autodestructivo, http://es.wikipedia.org/wiki/Arte_Autodestructivo
[8] Martin Esslin, El teatro del absurdo, Seix Barral, 1966.
[7] Martin Heidegger: ¿Qué significa pensar?, Editorial Trotta, Madrid, 2005.
[6] Guy Debord, “Panegírico”. Acuarela Ediciones 1999.
[5] Wikipedia, búsqueda: Hegel, http://es.wikipedia.org/wiki/Georg_Wilhelm_Friedrich_Hegel
[4] Arthur Schopenhauer, Parerga y Paralipónema, “Meditaciones sobre el dolor del mundo, el suicidio y la voluntad de vivir”. Tecnos. Reimpresión, 2006. Pág. 40
[3] Arthur Schopenhauer, Parerga y Paralipónema, “Meditaciones sobre el dolor del mundo, el suicidio y la voluntad de vivir”. Tecnos. Reimpresión, 2006. Páginas 9 y 38.
[2] Rafael Argullol, “El fin del mundo como obra de arte, Un relato accidental”, Acantilado Bolsillo, 2007. pág. 9
[1] Arthur Schopenhauer, Parerga y Paralipónema, “Meditaciones sobre el dolor del mundo, el suicidio y la voluntad de vivir”. Tecnos. Reimpresión, 2006. Pág. 36